En un fútbol hiperprofesionalizado en donde la integridad moral se vende por migajas a los buitres de carroña de turno, en donde existen jugadores que se miran por las pantallas gigantes de los estadios a ver si salieron bien peinados y en donde uno vale lo que su cuenta bancaria dice, nos olvidamos que la guerra se perdió hace unos años ante el silencio y el caudillo de la rebelión pasó al ostracismo sin pena ni gloria.
El foco de la resistencia contra el metrosexualismo que avanzaba a manos de Mohamed o Gamboa o el peseterismo incipiente de un Tweety Carrario, el Obi Wan Kenobi del balompié, se hacía llamar Hugo Leonardo “Perico” Pérez que después lucharía por los derechos de los caceroleros. Desde chico Perico -con un pasado no revelado en la Facultad de Filosofía y Letras- pese a la calma habitual que lo caracterizaba para jugar mostró siempre temperamento frente a los poderosos así es que se fue de Racing por los manejos de Juan Destéfano – además no le convencía que de marcador de punta anduviera su vástago (?) -, de Ferro porque el Gordo Cordon se negaba a pelear por la ley de obesidad como lo hiciera Politti en un futuro, hasta finalmente recalar en Independiente, club al cual eligió -pese a ser tildado de menchevique por los latifundistas de la Guardia Imperial- por su directa relación con los autores que los cautivaron en sus épocas de Puán como Marx, Feuerbach, Lenin o el Caballero Rojo.
Desde ese mediocampo del Rojo combatió a los cipayos y la patria financiera lo cual lo llevó a la Selección de Basile y por momentos se pensó que la anunciada revolución del proletariado había llegado al verde césped. Entre los rivales que tenía que enfrentar Perico había uno que se destacaba por reunir todas las características del conservadurismo futbolero, Darío Cavallo.
Cavallo era un defensor de los valores de cantar el himno antes de los partidos para defender la patria, la vuelta de la familia a las canchas y la propiedad al hablar de sus compañeros (?). Darío Cavallo generaba resquemores entre sus compañeros del Lobo en parte por ser yerno del D.T. que los intimaba a llevar a los gatos a sus casas y que los inviten a desayunar con la familia en vez de aventuras amorosas en el auto para no derrochar batería, bajo pena de no percibir el salario. Pero la situación con sus compañeros hizo eclosión cuando lo mandó a cortarse el pelo al “Rata Blanca” Ortíz y le sacó el cassette de Sepultura poniendo en su lugar los cantos gregorianos para que los pibes de inferiores -a quienes les encanutó y quemó las Eroticón- cultiven su alma o cuando le dijo a Gustavo Dueña porque con ese apellido parecía un afeminado. Cuando Cavallo pasó a Banfield declaró orgulloso “me gustan sus colores porque simbolizan la blancura de alma por la cual peleamos todas las personas de bien y el ‘in God we trust’ de los dólares”.
En aquella tarde del 25 de junio de 1995, el Lobo podía consagrarse por primera vez como campeón en el profesionalismo, Independiente iba a ser el árbitro de la contienda. El ambiente ya venía caldeado en la semana previa por la prédica de Perico para que paren las matanzas en los Balcanes y Cavallo no se la bancó y saltó en defensa Milosevic al grito de “Pérez no existe, en Esparta lo hubiéramos tirado al Monte Taigeto. No se puede permitir decir cualquier cosa en los medios: más que libertad esto ya es libertinaje“. Al final Timoteo dispuso que Cavallo arranque desde el banco y allí se quedó todo el partido defendiendo el capital con una remera que decía “Join the U.S. Navy” y mostrando para las cámaras un flamante tatuaje de Fernando Siro. Sin embargo, Perico fue titular y cuando Javier Mazzoni puso el 1-0 que le aguaba la fiesta al equipo platense lo fue a buscar directo -sin que lo vea el árbitro- a Cavallo y le dijo al pasar “Perón, Evita, la Patria Socialista” mientras revoleaba la camiseta lo que Darío interpretó claramente como un homenaje a la organización “Descamisados”. Se tomaron a golpes de puño inmediatamente pero no fue registrado por las cámaras de TV porque Perico Pérez le dijo a Tití “gordito bigote traficante de capitán del espacio te la voy a hacer caber” mientras los sobornaba con una bolsa de caramelos mumu.
Al final de ese campeonato, Perico consiguió el tan ansiado pase al Sporting de Gijón para hacer la diferencia económica pero en realidad era para financiar al ejército de liberación de Logroño que proponía al comandante Ablanedo II como su líder. Cavallo se quedó caliente por el duelo y antes de que parta le colgó enfrente a la casa un pasacalles en donde se leía “No contamines el país del Generalísimo Franco con tus ideas extranjerizantes”.
El desenlace de esta rivalidad la conocemos todos: el establishment venció y por intermedio del tío de su némesis, Domingo, le birlaron los ahorros a Perico que para colmo de males no pudo convencer a Nito Artaza de que lo deje hacer temporada en Mar del Plata con Juddith Gabbani y terminó haciendo publicidades de Essen…
*Disclaimer: los hechos relatados pueden no ser del todo ciertos y ser producto de la imaginación del autor, que a su vez no se hace responsable de la veracidad del relato. De hecho creo que ninguno de los dos jugó el partido pero son detalles menores (?).
miércoles, 9 de junio de 2010
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