jueves, 19 de noviembre de 2009

CABEZAS CALIENTES

Era una noche para ganar. Para festejar el 6º partido al hilo sin perder. Pero a Morón no le alcanzó el hilo. Se enredó solito, se fue perdiendo en su propio laberinto y le costó salir del encierro en el que se había ido metiendo. Le pasó por cabeza dura, por cabeza caliente, y dejó escapar una linda chance de triunfo.

El “tano” armó el equipo con un esquema que en este campeonato no le ha dado buenos dividendos. Con cuatro en el fondo –ingresó el juvenil Echeverría por Denis y pasó Lamacchia de central-, con tres volantes en el medio –volvió Vega tras la suspensión-, con dos que iban bien abiertos por los costados y Lenci como centrodelantero.

De todos modos, el gallo no arrancó mal. Las cosas estaban parejas hasta que una corajeada de Bruno, imbuido del espíritu medieval de las cruzadas, provocó la jugada de gol más clara de toda la noche; Chacón quedó tan solo frente al portero visitante, que terminó alcanzándosela. A partir de ese momento, Lenci se mostraba muy movedizo, Lovera intentaba ser el conductor, Vega arrancaba siempre por derecha. Sobre esos ejes, más la presencia de Bruno en el mediocampo, Morón monologaba las acciones. Acassuso esperaba, entre quieto y asustado, como el que espera en una esquina que pase el chaparrón porque anda sin paraguas ni piloto.

Todo iba bien, hasta que las circunstancias intervinieron. Lamacchia –que venía haciendo un partido correcto, con lujo incluido- se lesionó. Ahí el gallo se desconcentró, y el “quemero” aprovechó el momento para poner de cabeza, la victoria parcial. De allí en adelante, al local no le salieron las cosas, o le salieron mayormente mal. Por el lesionado Lamacchia ingresó el pelado Orfila, con los pies y el cuerpo desconectados de la cabeza, y por quien la platea murmuró toda la noche. Y el equipo quedó desacoplado, desacomodado, incómodo e inconexo.

En el complemento ingresaron G. Martinez y Falczuk, pero las cosas no cambiaron. Morón andaba como un cazador errante que ha perdido la mira, y tira por tirar, al revoleo, sin poder objetivar alguna vez la dirección del tiro. Pareció que el DT estuvo algo apresurado con los cambios que rápidamente quedaron agotados. Alguien tenía que tener la cabeza fría, pero ese, tampoco era Vicente Stagliano. La visita, al ver que su cazador no se imponía, se animó, salió de la cueva y tuvo dos posibilidades seguidas que, siempre de cabeza, estuvieron a punto de estirar las cifras, sino fuera por Bàez y Migliardi que despejaron casi en al línea.

Morón seguía encerrado en su laberinto, pero tuvo una virtud, nunca dejar de intentar. No se le pareció ni en sombras al de los primeros 25’ del PT. Prácticamente no hilvanó asociadamente jugadas que perturbaran al arquero visitante. Se limitó a enviar centros que eran despejados por los defensores rivales. Pero de tanto ir, a la salida de un corner encontró en la cabeza caliente de Báez la justeza para poner las cosas más parejas.

El gallo no pudo matar al minotauro de la leyenda, pero al menos pudo salir del laberinto usando la cabeza. No la usó en el mejor sentido, sino que salió a los golpes, como el tumulto que se armó al final del partido y provocó la expulsión del mejor jugador de Morón del campeonato, su arquero.

Más allá de no haber sido una buena noche, este equipo ha mejorado mucho. Se tiene más confianza, adopta otra postura ante la adversidad –los últimos tres partidos arrancó perdiéndolos y los empató- y sobretodo o acaso lo más importante: de a poco, se está poblando de juveniles del club.

Por eso hay que poner la cabeza en remojo, aprender y aprehender de y lo que pasó, para seguir creciendo. Todavía falta mucho, pero ojalá que no se rife tan fácilmente esta rachita en la que nadie fue más que el gallo.

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