lunes, 23 de marzo de 2009

EL OTOÑO EN MORON


Había pasado una estación, tres semanas, 21 días desde que el gallo jugó un partido completo por última vez. Ayer no pareció eso... Como si el tiempo no hubiera pasado. Claro, siempre y cuando comencemos por el final, por el resultado, por esa desazón que provoca esta versión 2009 del capo del oeste. En lo que va del año, disputó 7 partidos, de los cuales sólo ganó 1, empató 2 y perdió los 4 restantes. Hizo 4 goles y le marcaron 12...Qué le pasa al gallo?
Morón es un equipo opaco, descolorido, que está a la deriva, como las hojas en otoño, que están a merced del viento. Y cualquier soplidito lo voltea, como ayer Atlanta, que mas allá de los buenos jugadores que pueda tener – le faltaron un par de ellos- con dos ráfagas se las ingenió para desnudar rápidamente las esperanzas de este equipo que en nombres parece un árbol muy frondoso y resplandeciente, pero que en cuanto lo sacuden un poco, se deshoja y aparecen las ramas desnudas, torpes, mostrándose sorprendidas, como avergonzadas de que se las vea así, dando semejante espectáculo.
Ayer comenzó un nuevo ciclo de dirección técnica con el tano Stagliano a la cabeza y todos esperaban un reverdecer del equipo, una especie de renovación en la savia, como una inyección de sangre. Pero los nuevos movimientos tácticos no se vieron cristalizados en la red visitante y el primer soplido del bohemio barrió todo lo bueno que hasta allí estaba haciendo el conjunto local. Porque hasta allí a la defensa que defendió con 4 hombres no le habían llegado, porque el mediocampo de doble 5 y dos enganches manejaba la pelota y el partido, y los dos delanteros merodeaban el arco rival. Lo cierto es que el gallito generó situaciones de gol, pero no las concretó. Atlanta tomó nota y en cuanto tuvo una oportunidad no la desaprovechó. Luego fue sencillo para el bohemio, como el cuento de los 3 chanchitos que construyen una casa de paja en forma rápida para poder irse a jugar y luego viene el lobo y se las sopla de una vez. Es que el gallo no está sólido, y sólo construye un fútbol endeble, de paja, que al primer soplido se puede volar como las hojas en otoño.
En definitiva, la sensación última es que es hora de terminar con ese discurso del mejor plantel, al menos aclarar en todo caso que no es ni por asomo el mejor equipo en el que todas sus partes forman un todo. Porque en Morón, las partes son mas importantes que el todo, y el gallo se parece al albatros, ese gran pájaro de los mares que inmortalizara el poeta Baudelaire, esa ave a la que sus grandes alas blancas le cuelgan a los costados, cual pesados remos, ese príncipe de las nubes al que sus alas de gigante, no le permiten caminar...
Martín Capaccio

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